En el marco del Encuentro Mesoamericano de Partidos de Izquierda en Tegucigalpa, D.C.
Partiendo de un escrito de la compañera argentina Claudia Korol, generadora incansable de pensamiento y activista en todo el trabajo del feminismo latinoamericano en resistencia, quiero aprovechar la oportunidad para plantear algunas de sus reflexiones sobre la dimensión política de la vida cotidiana. Es curioso mencionar que el artículo en el que nos basamos “La educación como práctica de libertad” refiere la mayor parte de los hechos en tiempo pasado, pero la vigencia de estas actitudes y pensamientos amerita traerlo a este Encuentro.
Los partidos políticos de izquierda, como el movimiento social, incluso las juventudes socialistas, suelen volverse conservadoras a la hora de establecer sus códigos morales, de mediar en las relaciones interpersonales, de construir jerarquías, de ordenar conductas, y ahora -comprando la jerga desarrollista- dicen andar en la búsqueda de “la equidad de género”, repitiendo (como siempre) que después de la toma del poder podremos hablar de la emancipación de las mujeres. Sin embargo, en algunas experiencias en las que las fuerzas llamadas revolucionarias o socialistas estuvieron en el poder, o están, no necesariamente se avanzó en la emancipación de las mujeres y de las diversidades sexuales.
Bueno, nosotras –mujeres revolucionarias- luchamos en toda la década de los 70’s y 80´s -y suele parecer que todavía- para ser “hombres libres”, “hombres nuevos”. Y no hablamos de mujeres libres, o de mujeres nuevas, porque en la clave de entonces, e incluso de ahora, no mencionarnos –dicen- es simplemente por economía del lenguaje. ¡¡Pero allí estábamos, asegurábamos y seguimos asegurando, hombres y mujeres!!. Otras y otros siguen pensando que de todas formas llegar al poder nos permitirá después abordar esta situación, esta afirmación deja claro que hay una preocupante y deliberada disminución sobre el contenido político que implica decir. ¡Primero compa, tomemos el poder, luego repartimos los tantos!.
Los que ahorran palabras como los que lo postergan, sustentan enfoques que limitan nuestras teorías y nuestras prácticas emancipatorias. El economicismo, el determinismo, la subestimación del lugar de la subjetividad en la transformación histórica, el mecanicismo, son funcionales en la perpetuación de la cultura patriarcal… por eso las izquierdas latinoamericanas, lastimosamente, siguen disciplinando las personalidades, los cuerpos y las relaciones sociales.
Al mismo tiempo, el patriarcado –tanto como el racismo-, son absolutamente funcionales a la opresión capitalista. En América Latina, la conquista estableció simultáneamente, relaciones capitalistas de explotación, que se sostenían en la opresión patriarcal, en la opresión racista, que legitimaron el exterminio de los pueblos originarios, la ocupación de los cuerpos de las mujeres como territorios de disputa y de super explotación. Enfrentar al capitalismo, requiere también enfrentar al patriarcado y al racismo!
No sigamos entonces reproduciendo organicidad y militancias con la lógica patriarcal, imponiendo una normatividad heterosexual, de doble moral, reproduciendo el modelo de familia patriarcal, disciplinadora de los cuerpos de las mujeres y custodio de los patrimonios de los varones, pensando la política desde lógicas jerárquicas. Al dictar nuestros propios mandamientos, seguimos construyendo dogmas e inquisiciones, prácticas iluministas que desvalorizan los saberes, las experiencias acumuladas, alimentando la gorda academia del analfabetismo funcional, que tristemente sólo reproduce sistemas de autoridad tan parecidos a los que supuestamente combatimos.
No sigamos reproduciendo pirámides en las que en sus cúpulas se piensa, se sabe, se dice, se puede, se ordena, y quienes estamos en sus bases, no sabemos, no podemos, no pensamos y obedecemos nada más. Donde vuelven a disociarse las teorías de las prácticas, favoreciendo de esta manera, de un lado, la tranquilidad de los dogmas, y como contrapartida, un modelo de activismo con débil fundamento teórico. Quien mira al sol, no puede después observar las sombras, los matices, las diversidades de colores y de definiciones que habitan nuestro camino y nuestra meta socialista.
Demasiados “hombres viejos” y “hombres jóvenes con un abuelo anquilosado durmiendo dentro de ellos” dirigiendo nuestros destinos, demasiadas huellas de la cultura patriarcal. Las experiencias que se nombran como socialistas o los procesos de refundación nacionales no han planteado en su complejidad la batalla cultural contra el patriarcado que no alcanza a criticar la visión androcéntrica del mundo.
Pensar y tratar de crear una “nueva mujer”, nuevas mujeres, y nuevas opciones para el ejercicio de la sexualidad, implica un cuestionamiento profundo al matrimonio por conveniencia entre el capitalismo y el patriarcado, y yo me atrevería a decir, sino hay también un affaire entre nuestras construcciones socialistas y el patriarcado otra vez.
Las revoluciones, las refundaciones, las resistencias no requieren sólo de grandes teorías para ser realizadas, sino que nos desafían a crear personas libres que conjuguen actos y palabras, teorías y prácticas, ideas y valores opuestos a los que reproducen la dominación. Personas y colectivos libres, no agrupados por el miedo, no unidos por el espanto o por mecanismos coercitivos de control y de una desmedida ansia por el poder que repite abusos. Requiere pues, personas y colectivos entramados en la complicidad y en la voluntad de escribir solidariamente una nueva forma de estar en el mundo.
Entremos las refundaciones a nuestras casas, a nuestras relaciones, a nuestras compas y nuestros compas, ¡¡repartamos los tantos ahora!! Esto proponemos las feministas latinoamericanas en resistencia como los retos y desafíos de la izquierda mesoamericana en la construcción de una nueva sociedad.
Karla Lara
Feminista y artista en Resistencia
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